top of page

“El tarot y el camino de regreso a mí”

Una herramienta de autoconocimiento y sanación espiritual


Durante mucho tiempo creí que el tarot era algo externo, casi mágico, que tenía el poder de decirme qué hacer. Me sentaba frente a las cartas esperando respuestas claras, señales, caminos. Y aunque a veces eso parecía suceder, con el tiempo entendí que el verdadero poder del tarot no está en predecir el futuro, sino en revelarme el presente: en mostrarme, con una sinceridad que a veces incomoda, quién soy, qué evado, qué busco y qué partes de mí están listas para florecer.


El tarot me ha mostrado mi luz, sí. Me ha recordado mis dones, mi intuición, mi capacidad de amar, de crear, de sostenerme en momentos oscuros. Pero también me ha mostrado mi sombra: las heridas que cargo, los patrones que repito, los miedos que se esconden detrás de mis elecciones. Y ha sido en ese espejo simbólico, arquetípico, donde más me he encontrado conmigo misma.



El tarot como espejo del alma


Cada carta que surge en una lectura no es casual. Hay una sincronía sutil, casi mágica, que nos conecta con nuestro inconsciente. El Loco me ha invitado a saltar al vacío, a confiar. La Torre ha derrumbado mis estructuras internas cuando ya no servían. La Emperatriz me ha recordado mi poder creador y maternal. Y así, carta por carta, he ido reconociendo partes de mí que ni siquiera sabía que estaban esperando ser vistas.


El tarot no me dice lo que va a pasar, sino lo que ya está sucediendo dentro de mí, aunque no lo haya puesto aún en palabras. Es una conversación honesta con el alma. Un lenguaje simbólico que no juzga, solo muestra.




En mis sesiones y en mi propia práctica, he visto cómo una carta puede tocar una herida profunda, abrir una comprensión, o dar permiso para sentir. El tarot no reemplaza la terapia, pero sí puede acompañarla. Es un canal, una guía que nos ayuda a traducir lo invisible: emociones reprimidas, intuiciones negadas, historias no contadas.


He llorado con el Diez de Espadas, he respirado al ver el Sol, me he confrontado con el Diablo, y me he rendido con la Templanza. Y en ese proceso, no he hecho más que recordarme que todo está dentro de mí: lo luminoso y lo doloroso, lo posible y lo pendiente.



Hoy no uso el tarot para predecir, sino para integrar. Para sostenerme cuando dudo, para abrirme cuando me cierro, para recordar quién soy cuando me pierdo. Y cada lectura es una oportunidad de volver al centro, de ver con claridad lo que estaba difuso, y de reconocerme en mis múltiples capas.


El tarot, cuando se mira con respeto y conciencia, se convierte en una herramienta sagrada. Un mapa del alma. Un puente entre lo humano y lo divino.


“Honro mi luz, abrazo mi sombra. Todo lo que veo en las cartas, vive en mí. Me permito recordar, integrar y sanar, desde el amor que soy.”


 
 
 

Comments


bottom of page