Soltar el control: cuando el cuerpo grita lo que el alma calla
- Gloria Rangel
- hace 3 días
- 2 Min. de lectura

Durante mucho tiempo viví desde el control. El control de lo que sentía, de lo que pensaban los demás, de lo que podía pasar. Pensaba que si todo estaba bajo control, nada dolería. Que si me anticipaba, si me organizaba, si me preparaba para cada escenario… entonces estaría a salvo.
Pero el cuerpo no miente. Y mientras más control quería tener, más tensiones aparecían. Cuello duro. Mandíbula apretada. Respiración cortita. Un nudo constante en el estómago. Como si mi cuerpo estuviera todo el tiempo en estado de alerta.
Y ahí entendí que el control es una ilusión que desgasta. Que no es lo mismo sostener que apretar. Que muchas veces ese control que creemos que nos protege… en realidad nos encierra.
Desde la mirada gestáltica, el control es un mecanismo que desarrollamos para sobrevivir. Para no sentir. Para no contactar con lo incierto, con lo vulnerable, con lo que no podemos manejar. Pero ese intento de mantener todo “bajo control” nos desconecta de lo más valioso: el flujo natural de la vida.
Y sí, claro que da miedo soltar. Soltar lo que “debería ser”. Soltar la necesidad de que las cosas salgan como yo quiero. Soltar el deseo de que los demás actúen como espero. Pero en ese soltar, hay libertad. Hay verdad. Hay vida.
¿Cómo se manifiesta el control en el cuerpo?
Hiperactividad o rigidez muscular.
Dificultad para respirar profundamente.
Insomnio o tensión en el pecho.
Problemas digestivos o bruxismo.
Agotamiento por sobreexigencia constante.
Y a veces, más sutil, se siente como una presión interna por tener todo perfecto. Como si no pudiéramos simplemente estar.
¿Y cómo empezamos a soltarlo?
No se trata de dejar de controlar de un día para otro. Se trata de darnos cuenta. De respirar más lento. De mirar con compasión a esa parte de mí que aprendió a controlar para sentirse segura. Se trata de confiar en que puedo habitar el presente sin tener todas las respuestas.
Para mí, ha sido clave:
Registrar mi cuerpo. ¿Dónde aprieto? ¿Qué estoy evitando sentir?
Nombrar lo que me pasa. “Tengo miedo.” “Me cuesta soltar.
Hacer pausas. Respirar. Dejar de hacer tanto.
Pedir ayuda. A veces necesitamos que alguien nos acompañe a soltar.
Hoy sigo aprendiendo. Porque soltar el control es un acto de confianza. Y en ese acto… una empieza a habitar la vida desde otro lugar: uno más suave, más presente, más verdadero.
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